Todo lo que queda de Tanzania ya nos lo sabemos. Volver de Bagamoyo a Chalinze, de ahí a Morogoro, el parque natural del Mikumi, el valle de los Baobabs. Google me recomienda el campsite del valle de los baobabs, tiene muy buenas referencias, y a la ida pasamos por allí y tenía buena pinta. Así que nos confiamos y tiramos rumbo a la marca en el GPS, sin darnos cuenta de que era una apuesta a un único caballo, si algo pasaba con ese campsite estaríamos vendidos en mitad de la nada sin nada que pudieramos recordar alrededor. Pero ¿qué podía pasar?
El campsite es un sitio más bien teórico. Al llegar allí no hay ni un alma, y sólo vemos un par de casas sin una sola luz, y una estructura tejada de paja con pinta molona, pero abandonada. Finalmente aparece un tipo, y nos dice el precio, y que podemos acampar donde nos parezca bien. Todo tiene una pinta extraña, realmente abandonado. Y al tipo que nos enseña el lugar parece que le da exactamente igual todo lo que hagamos. Aquí no hay cobertura en el móvil, ni luz. Al rato de llegar encienden un generador que da algo de luz por un rato, el suficiente para que charlemos y comentemos la pinta de decadencia que tiene el lugar, y empecemos a hacer comentarios sobre la estructura de madera. Bajo ella hay unos sofás, y se me antojan más cómodos para dormir que montar la tienda. El dueño en su línea nos dice que como nos vaya bien, que hagamos lo que nos salga del orto. Así que metemos las motos bajo el techado y nos disponemos a dormir en los sofás. Hurgamos en la casa y en lo que parece haber sido una despensa. Hay habitaciones llenas de platos y cuberterías completas, una sala con pinta de haber sido una cocina con un par de arcones-nevera ahora llenas de botellas de agua congelada, algún que otro pollo con pinta lamentable, y un par de verduras mohosas. En la alacena encontramos comida enlatada, alguna de maíz, fruta en almíbar... Casi todo caducado o apunto de caducar. De nuevo preguntamos al dueño si podemos comernos una de las latas, a sabiendas de cual va a ser su respuesta. Sí, tú también la sabías. Mientras cenamos nos percatamos de que una de las esquinas de la estructura está partida y ha caído sobre uno de los sofás. Tiene pinta de llevar tiempo así, y de estable. Y si hubiera algún peligro el dueño nos habría dicho algo, digo yo. ¿No?
Al rato el generador se apaga. Nuestra única fuente de luz son las linternas de frente del Decathlon que usamos para acampar. Y mientras charlamos un poco antes de ir a dormir empezamos a ver a mis amigas dando paseos sobre el sofá que prometía ser nuestra cama. Cómo no había pensado esto antes. Obviamente el sofá es un nido de cucarachas, que al apagar las luces y fieles a su naturaleza salen a darse un garbeo. Me cago en todo lo que se menea... En un abrir y cerrar de ojos montamos las tiendas, dentro de la misma estructura, para hacerlo lo más rápido posible. No hay cojones a dormir en esa cosa. Así que toca suelo, suelo de piedra.
A la mañana siguiente me levanto mucho antes que Mauro y aprovecho para recoger mientras él duerme, y así por fin hacer que no me tenga que esperar una hora como cada mañana. Mientras sigue roncando, y ya acabado de recoger todo lo mío, me paseo por la estructura de madera mirando atentamente todos esos detalles en los que no habíamos caído al llegar. Toda la estructura parece haber caído víctima de termitas en los pilares que la sustentaban en el perímetro. Viéndola en detalle te das cuenta de que en lugar de ser un tejado bajo como parece desde fuera, esto debía haber estado sobre unos 10 pilares más o menos que rodeaban el perímetro de la base de piedra que ha sido nuestra cama. El techado está ahora desplazado, un lado con unos 4 metros del suelo de pierda al descubierto, y el otro con otros tantos de arena cubierta por la estructura. Todo está abandonado en apariencia, y ahora con la luz del día veo muchos más detalles que prueban que esto está abandonado. El bar incluso tiene un cable RJ45 colgando por ahí. Y un juego de petanca. El libro de visitas muestra detalles de las cuentas de clientes, y algunas páginas muestran fechas. Todas se remontan a junio-julio de 2012. Y después una entrada de Enero de 2013, y otra de Abril. Y ya. También encuentro una carta del ministerio de trabajo anunciando a la empresa que un inspector se pasará en Octubre de 2012 a hacer su trabajo y un montón de preguntas, y rogando al dueño que se encargue de tener todos los papeles presentables para agilizar el trámite. La fecha coincide con cuando los registros de visitantes empiezan a escasear. Incluso hay una piscina vacía repleta de troncos que en algún momento han formado una estructura y ahora esperan apilados a ser usados como leña.
Mi teoría es que el inspector vino, les chapó el garito, y que los que nos han atendido son o bien antiguos trabajadores que no tenían a dónde ir, o bien cuatro don nadies sin casa, que han decidido vivir aquí y si cae algún incauto turista pues nada, darles lo que quieran y dejarles que duerman como y donde quieran. El sitio tuvo que ser la hostia en su momento, y repartidas alrededor de la estructura decrépita hay unas cuantas cabañas igual de decrépitas y carcomidas (pero aún en pie) que miran al río. Un río, por cierto, que está infestado de cocodrilos. ¿Recuerdas aquél cartel que decía algo así como que por su seguridad está prohibido hacer cualquier cosa en esta zona? Pues ahora ya sabes por qué.
Iringa. Paramos en Iringa a comer, y a hacer una visita a otro viejo amigo. El tipo que nos vendió 18.000 schillings de airtel para comprar paquetes de internet. Gran cabrón. En África la forma más común de recargar saldo en tu móvil es comprando una tarjetita de esas de rasca y gana con un código que marcas en el móvil y te recarga. Pero también tienen una cosa que se llama M-Pesa, que es básicamente un sistema de hacer transferencias de pasta y saldo entre móviles, y de usar ese saldo para pagar cosas. El tipo que vendió el saldo a Mauro no tenía tarjetitas de rasca y gana, sólo hacía la transferencia de M-Pesa. Pero claro, esas transferencias se pueden cancelar un plazo determinado. El negocio era perfecto. Turista pringao blanquito viene, paga, le hago la transferencia y le llega el mensaje de confirmación. Turista pringao blanquito se pira contento, y yo cancelo el pago. Para cuando turista pringao blanquito se de cuenta del asunto, su autobús / coche /moto le ha llevado ya lejos de aquí, y con toda seguridad su tour no le volverá a traer a Iringa.
Pero nuestro deja-vu particular nos llevaba exactamente por Iringa, y fuimos a hacerle una amistosa visita. Mauro se encaró con sonrisa de Mauro cuando quiere dar miedo. El tipo siguó erre que erre diciendo que era un problema de Airtel y que el no podía hacer nada, que llamaramos a Airtel a ver qué pasaba. En un momento dado, sin venir a cuento empezó a acusar a voces a Mauro de querer conseguir cosas por la fuerza. ESto ya empezó a mosquearme. En mitad de la discusión recibió un par de llamadas e hizo otras tantas, y en algún momento hizo un comentario de "sí, en un momento, vale". Y desde ese instante se negó en redondo a seguir negociando nada. Mosqueados de que al otro lado de la linea estuviera su primo el de zumosol con toda su panda de matones decidimos darnos por vencidos y largarnos de allí sin recuperar un pavo pero con las piernas intactas.
Y rodamos de nuevo por caminos conocidos hasta Mbeya, donde pasaríamos la última noche antes de cruzar rumbo a Zambia. En total, más de 800 kilómetros de Deja-vu.
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