jueves, 6 de junio de 2013

Malawi 1 - ¡Si se puede!

Me levanté bien prontito intentando buscar alguna tienda de repuestos para ver si podía explicar en mi cutre portuñol qué pasaba con la moto y qué necesitaba arreglar. Mi primera parada fue una tienduca de repuestos que habíamos visto la noche anterior, donde vendían motos chinas que llegaban desmontadas en cajas.

El tipo me escuchó pacientemente y me dijo que él no podía hacer nada pero que esperase, a ver qué le decía su amigo. Después de dos o tres llamadas apareció otro tipo que me dijo que le siguiera que él me llevaría a quien podía arreglarlo. Detrás de una gasolinera, en un terraplén, allí tenía un tipo al que por comodidad llamaré Don Gordo su taller de destripado de motos. El bueno de Don Gordo me contaba cómo él mismo era motero y cómo había viajado por toda África en su BMW que ahora yacía entre polvo y otras chatarras. Al ver el desaguisado del llantazo, Don Gordo se armó de valor y dijo que podía arreglarlo a la manera que sólo los grandes cerebros saben: a golpes.

Don Gordo ordenó a uno de sus secuaces que cortase un taco de madera para ponerlo debajo de una maza de acero y amortiguar a la que le daban un mazazo. ¿Pero qué cojones haces? Estás loco chaval, que esto es aluminio, que así lo más que vas a hacer es cargártelo, además que cojones, tienes la rueda hinchada, con presión, como le des otra vez te vas a cargar la suspensión, la barra, la llanta, la goma, la cámara y como te desvíes un poco el freno también. Así que me puse a argumentar en portuñol todo esto con Don Gordo, el cual seguía erre que erre que a base de martillo podía arreglarlo, que sólo necesitaba meterle más ángulo.

Por suerte pasó por allí Don Listo, amigo del alma de Don Gordo, y algo más inteligente que una maza de acero. Pacientemente le explicó en Portugués perfecto por qué una llanta de acero no se puede arreglar así, y que necesita una máquina. También tuvo el detalle de llamar a otro amigo suyo que no estaba en Tete, sino en Maputo, pero que le explicó que la mejor alternativa que teníamos era ir a Malawi, a Blantyre, capital industrial del sur del país, donde encontraríamos una Yamaha (bueno, una Toyota que se encarga de Yamaha) y gente con máquinas que podían arreglar esto. Así que tras un poco más de barrila con Don Gordo, que lo único que quería de verdad era cháchara, conseguí poner la moto a salvo de salvajadas y con un apretón de manos y otro de acelerador salir corriendo de allí.

Y así que tiramos para el norte, objetivo Malawi (no Birmania), con la incógnita de qué pasaría con Mauro en la frontera, porque se supone que a los suizos no les dan visado en llegada. Se supone.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos en la frontera. Tete está literalmente al ladito, así que no era mucho. Pero ya habíamos salido tarde con el empecinamiento de Don Gordo, y incluso si pasábamos la frontera nos quedaban más de 230 kilómetros hasta Blantyre. Y no había nada reconocible por medio.

El lado mozambicano de la frontera no fue problema para ninguno de los dos, ya sólo quedaba ver qué pasaba del otro lado. Cruzamos la tierra de nadie y llegamos a Mwanza (curiosamente mismo nombre que la ciudad portuaria de Tanzania en el lago Victoria), donde nos recibió la típica horda de conseguidores. Amigo, amigo, rastamán, te vendo kwachas, que en Malawi los Meticales no valen ni pa limpiarse el culo, barato barato, buen cambio. Amigo amigo, que te ayudo a tramitar los papeles, mira sigueme que tienes que hacer esto y aquello y mejor deja que te relleno yo los papeles... ¡¡¡Qué coñazo!!! Y por supuesto el cuento de "bueno y cuando hayas terminado necesitas seguro, que aquí te vendemos bien baratito". Que no, que no quiero nada, que me dejéis en paz.

Mauro tiró a ver qué le decían los agentes de inmigración, y yo me quedé charlando con la horda de conseguidores, intentando que se aburrieran de mí y le dedicaran tiempo a alguien distinto. Hay que ver la cantidad de amigos que haces en África siendo blanco y teniendo rastas.

Al cabo de un rato Mauro volvió diciendo que le habían dado una visa de 7 días por 50 dólares, pero que no sabía si le había sobornado o no. ¡¡¡Cojonudo!!! Pues voy yo y a ver si podemos cruzar pronto. Conmigo se vino, cómo no, el camuñas borracho del grupo de conseguidores. Si es que tengo un imán para este tipo de engendros, ¡¡¡siempre vienen a mí!!! Inmigración, no problemo, aquí tienes tu estampita, como eres español no pasa nada tienes para 30 días pero te damos una semana porque vas en tránsito a Tanzania. Pos vale, si a Mauro le han dado lo mismo, me da igual que me den más. Ole, una menos.

El conseguidor me sigue como Gollum a Frodo, me sisea al oído y me dice, por aquí, por aquí, ahora tenemos que hacer las aduanas, ssssí mi amo, aduanas, sí tenemos que hacer, sssssi. Se empeña en toquetear todos mis papeles, en hablar por mí con los oficiales, que hablan inglés perfectamente, y yo en cada ventanilla le bufo a Gollum diciendo que me deje hacer el papeleo a mi. Me suelta la cantinela del seguro, que sí pesao, que sí, que me dejes en paz que no me hace falta seguro. Es increíble, vayas donde vayas, si cruzas una frontera por tierra, SIEMPRE te sueltan la misma frasecita. Es como si todos fueran a la Universidad de Merodeadores de Fronteras. Debe ser online y multi-idioma, porque da igual de dónde vengan siempre te la sueltan igual. En fin, que entre gritos a Gollum consigo todos mis papeles y vuelvo a donde Mauro espera con las motos para contarle lo que tiene que hacer para aduanas. Le digo a Gollum que yo le explico a Mauro como se hace y que no tiene que seguirle, y me obedece y se queda cerca de donde estoy yo, controlando cada uno de mis movimientos y repitiendo de cuando en cuando su nombre, que no recuerdo porque para mí es como si estuviera diciendo ¡GOLLUM! ¡GOLLUM!

Afortunadamente Gollum cede a mis ladridos y se aleja un rato, aunque me temo que se va a "ayudar" a Mauro. Mientras tanto un grupo de camioneros mozambicanos, capitaneados por uno que no puede tener más cara de portugués a pesar de negarlo y de reclamar su ascendencia y nacionalidad Mozambicanas, se acercan curioseando las motos y comentando entre ellas sobre aspectos técnicos de las mismas. En un alarde me lanzo a disfrutar de mi último ratito de gloria portuñolera y me engancho en una conversación sobre las motos, sobre nuestro viaje, y sobre las carreteras que nos hemos comido (literalmente) y las que nos esperan. Los tipos me dan una buena ristra de buenos consejos y tras una agradable charla se despiden deseando un buen viaje y haciendo más comentarios sobre las motos a la que Mauro vuelve con todos sus papeles.

Gollum, como era de esperar, viene pegado al culo de Mauro y empieza a pedirme que le invite a una cerveza o algo, que joder, que si rastamán que si somos hermanos, que si te he ayudado y has abusado de mi ayuda (en realidad él quería decir "usado mi ayuda", pero bueno). Y a mí, que soy incapaz de dejar de ver en él al pobre diablo de Gollum, me da lástima y decido que lo que puedo hacer es cambiarle mis meticales por chewakas (nombre ficticio que a partir de este momento le asigno a la moneda de Malawi, los Kwachas). Venga te doy un cambio de 4,1. Pero tronco que mira el cambio oficial está a 5, no me jodas. Ya pero es que aquí es lo que te puedo dar. Bueno pues tendrás que darme un poco más, ¿qué te parece 4,5?

Y en ese momento mis ojos reparan en la sombra de Sauron, que lleva siguiendo a Gollum a cada paso que ha dado desde hace una hora, en silencio, sigiloso, consiguiendo pasar desapercibido entre la muchedumbre pero sin quitarle el ojo de encima a Gollum. Le veo porque Gollum se gira dubitativo tratando de saber si es un trato aceptable o no. Sauron menea apenas un milímetro su cabeza de arriba a abajo, y Gollum vuelve a sonreirme y me dice "Venga vale".

Primera lección de Malawi, la gran mayoría de conseguidores de frontera son ni más ni menos que mano de obra barata para algunos pocos que mueven el cotarro. Los podrás diferenciar (a los de obra barata, digo) porque generalmente apestan a alcohol. Y si ando cerca, también porque se me pegarán como una lapa.

Le doy mis 4.200 meticales y Gollum se pone a maquinar con su cabecita maltrecha intentando adivinar, que no calcular, cuánto me tiene que dar. Tras unos segundos y con un chasquido de resignación se vuelve de nuevo hacia su amo que le responde en un idioma que no reconozco la cifra correcta. Y me entrega mis Chewakas calculados por el Señor Sauron que todo lo controla.

Con pena de saber que el pobre Gollum sólo se llevará de esto una cerveza más mientras el margen del cambio se lo embolsa el Señor Sauron, nos despedimos con choques de puños y consignas rastafarianas, one love y todo eso, y nos giramos para pasar el último control de policía antes de que nos levanten la barrera.

"Pueden pasar, buen viaje."

Ya está. Otro imposible superado. Estamos en Malawi.

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