domingo, 30 de junio de 2013

Zimbabwe - Donde la Madre Naturaleza se marca una obra de arte.

Cruzar al lado de Zimbabwe sería un poco más complicado. Los buscavidas habían cambiado de naturaleza, ahora no eran don nadies, ni Gollum's. Ahora eran la Interpol. Tras esperar un rato para conseguir todos los papeles de aduanas, la tipa nos soltó "ahora tienes que ir a conseguir el pase de la Interpol, allí detrás". Y "allí detrás" resultó ser un par de tipos a la sombra, pasando el rato, que empezaron a poner pegas que si los documentos no son originales, que si no te voy a dejar pasar, que si bla, que si bla. Por supuesto puedes comprame una bebida y te dejo ir. Mauro, que no estaba en el mejor de sus humores, les soltó sin ningún miramiento que estaba hasta las pelotas y que se iba a ir y no les iba a dar un pavo ni un documento ni hostias. ¿Tú crees que los tipos se inmutaron? Ni de coña. Se la pela todo. Si cuela, cuela, y les das pasta. Si no... bueno, no creo que mucha gente les soltara la de Mauro.

Y de allí nos fuimos, tirando más fotos, en dirección a Kariba, la ciudad a pie del lago al que da nombre, donde Craig nos había sugerido coger un ferry que lo cruza de lado a lado, salvando la larguísima carretera que pasaría por Harare, la capital, con un desvío de unos 1.000 kilómetros. Apenas tendríamos tiempo para buscar un alojamiento, ya que las vistas del lago y la carretera atiborrada de curvas nos entretenían tanto que apenas hacíamos distancia. Nuestro primer intento resultó estar totalmente ocupado, recomendándonos el segundo en mi lista del GPS: The Warthog (el Facóquero, vamos, Pumba del Rey León). Pero cuando conseguimos atravesar los caminos de arena que llevaban a las coordenadas del GPS allí no había NADA. Una explanada verde a pie del lago totalmente vacía que no daba ninguna pista de qué podía haber pasado con el, así autodenominado, Bar y Alojamiento. Tras un rato dando vueltas confusos, la verdadera y major herramienta de localización de lugares (preguntando a los que pasan por allí) nos llevó al punto adecuado, apenas unos 500 metros más allá en la misma orilla del lago. El cartel nos confesaba lo que había pasado: The NEW Warthogs. Al parecer habían tenido que dejar la última parcela, nos contarían después, por... "problemas" con el dueño del suelo. La frase, para enmarcar, fue que "el dueño de la tierra no recibía el dinero a tiempo". Como si la cosa no tuviera que ver con ellos. Me parto. Y allí nos sajaron 45 dólares americanos por una cabaña a pie del lago.

¡Se me olvidaba! Seguramente habrás oído alguna vez historias sobre Zimbabwe, el país regido por un colgao llamado Robert Mugabe al que conviene no nombrar por lo que te pueda pasar, que a finales de los 90 empezó una loquísima carrera por imprimir moneda llevando el país a la quiebra total en una crisis galopante allá por 2006. La inflación había entonces adquirido niveles ridículos, y los billetes alcanzaban ya denominaciones de 50.000.000.000 (cincuenta mil millones) de dólares zimbabwenses. En 2008 quebraron por completo e hicieron un reset a mansalva, declarando el dólar zimbabwense fuera de circulación ya que el papel en que estaba impreso costaba menos que el papel higiénico que podías comprar con él, dando lugar a la curiosa situación en la que lo más barato era limpiarte el culo con billetes. Así que en su reset decidieron que lo mejor que podían hacer era declarar el dólar americano como única moneda de curso legal en el país. Incluso los cajeros, que siguen bajo bloqueo internacional y no funcionan con tarjetas extranjeras, te dan dólares americanos. Es super curioso.

Zimbabwe se convertía así en el tercer país en nuestra ruta que había hecho un reset con su moneda. Los otros dos habían sido Mozambique y Zambia, ambos habiendo decidido redenominar su moneda dividiéndola por 1.000. En Mozambique había sido hace ya tiempo, y apenas encontrabas como curiosidades monedas de meticales viejos. Pero en Zambia el Kwacha nuevo había entrado en vigor en Enero de 2013 y aún podías encontrar en circulación (y pagar con ellos) billetes de kwachas viejos, haciendo confuso los precios que te daban. En realidad era normal, ya que por ejemplo en Tanzania también tenían la costumbre de decirte "20" cuando querían decir "20.000" schillings. Y sí, también de decirte "15" cuando en realidad querían decir 50.000...

La sajada vino acompañada por el hecho de que el lugar estaba prácticamente a medio construir, y tenían apenas una sóla cabaña. El bar, eso sí, atestado de Sudafricanos y Zimbabwenses blanquitos hooligans del rugby, estaba perfectamente ataviado de alcohol. Pero la única comida era un cacho de filete metido en pan de hamburguesa, que por alguna razón deciden llamar "steak roll", vamos, rollo de filete. No sé muy bien dónde está el rollo, pero bueno.

Dado que no teníamos enchufes en las cabañas decidimos ir al bar a cargar las baterías de las cámaras, exhaustas tras juguetear con el modo de larga exposición a tirarle fotos a la luna, increíble, llena. Por más que nos decían que es la "súper luna", yo no ví que en otros momentos fuera menos impresionante. Y mientras cargábamos nos dedicábamos a observar el curioso efecto del alcohol a mansalva entre la gente más bien entradita en edad. En realidad entre cualquiera, pero es mucho más gracioso cuando ves al típico blanquito gordo y mayor intentando bailar al ritmo de la música de los 70.

Nunca he entendido el por qué de la supuesta superioridad de la raza blanca. De hecho llevo años anunciando al karma que si de verdad existe otra vida, en la próxima yo quiero ser negro. Y no por el topicazo de que los negros la tienen más grande, no. En realidad es como la canción de Albert Plá, "El negro es mejor que tú". De alguna manera, no sé si por la cultura represiva del cristianismo, los blancos son (somos) totalmente patos al intentar bailar. Sólo hacemos el ridículo más espantoso y sólo nos atrevemos a hacerlo cuando estamos más pedo que alfredo, empeorando aún más el efecto de vergüenza ajena de aquellos que te rodean sobrios. Mientras que absolutamente cada uno de los negros que he conocido en mi vida llevan el ritmo metido en los huesos, y la música es algo diferente con ellos.

El Warthogs resultó ser un nido de blanquitos. Y es que Zimbabwe está ya demasiado cerca de Sudáfrica. Aquí puedes ya probar el agrio sabor del Apartheid en cada rincón, con los dueños de las cosas y los clientes de los bares siendo blanquitos, mientras usan a los negros que tienen a su servicio haciendo todo lo que ellos no quieren hacer. La situación aquí es algo más tensa, con historias realmente chungas de un gobierno, el anterior a Mugabe, que apoyaba públicamente el Apartheid en los 80 causando la vergüenza más terrible de un país africano, la cual generó como suelen hacer estas cosas un movimiento radical a la inversa, encabezado por ese Mugabe, que convirtió la sociedad en una caza de brujas al blanquito, despojando a los granjeros de sus tierras por la fuerza, presentándose un grupo de varios cientos de personas armadas en las propiedades de los granjeros blanquitos y echándoles de las tierras sin dejarles ni recoger sus ropas. En algunos casos va más allá, como la historia que nos contaba la mujer de Harold en aquel G Spot en mitad de sudáfrica. Ella había nacido en Harare, y tuvo que presenciar como uno de esos grupos asesinaba a su familia en sus narices. Ni que decir tiene que nunca jamás piensa volver a Zimbabwe.

Y ¿a quién culpar de todo esto? Siempre es fácil culpar al más inmediato. Desde luego no quiero justificar el sinsentido de un gobierno que convierte en moneda de curso legal este tipo de acciones, pero hay que entender también que para llevar a la sociedad a una situación como esta, en la que gente está dispuesta a armarse para dar por culo a los terratenientes blanquitos, la situación antes tenía que ser de una opresión brutal. Pero los extremos nunca solucionan nada, y el país sólo está empezando a salir de la mierda más absoluta gracias a la ayuda de la comunidad Europea que ha establecido acuerdos de comercio tan sólo en 2012.

Una vez más el dilema racial lo empaña todo cuanto más al Sur en África te mueves. Y ninguna solución parece la buena, salvo tal vez la de Mozambique, el único país donde hoy nadie te trata diferente por el color de tu piel, a costa de un gobierno que ha decidido aliarse con absolutamente todo lo que puede, uniéndose al espacio económico sudafricano, al de la comunidad este africana, al de países lusófonos, a la Commonwealth (siendo el primer país no ex-colonia británica en hacerlo) y a otros tantos. Y aún así permanece paupérrimo.

Sea como fuere, el Warthogs estaba petado de blanquitos borrachos, entre ellos y en especial dos camuñas que decidieron que la novedad en el lugar era más interesante que la misma mierda que debían ver a diario. Y se engancharon a hablar con nosotros y a invitarnos a cervezas y demás mierda, incluído un horrible chupito de vodka con chili, que casi me hace potar, no por el alcohol, sino por el chili. ¡Su puta madre!

Habíamos estado tratando de decidir qué hacer a continiación. Era sábado por la noche, y el ferry salía el lunes por la mañana. Así que las opciones eran dos: bien quedarnos un día en los alrededores de Kariba, tal vez visitando el parque de Mana Pools un poco más al nordeste, o bien intentar la dudosa ruta de unos 400 kilómetros de offroad y grava por las montañas que rodean el lago en el lado de Zimbabwe. La tercera y obviamente ridícula opción que todo el mundo nos recomendaba era subir a Zambia y seguir la carretera principal hasta Livingstone, a pie de las Cataratas Victoria, que eran nuestro destino a fin de cuentas.

La noche se alargó con los camuñas, que se llamaban Shaun y David (creo) pero que prefiero llamar Humpty y Bumpty. Graciosos pero descerebrados, borrachos oficiales del lugar con aguante para todo y más, que te lían y te invitan hasta caer muertos. A eso de las 3 de la mañana se retiraron prometiendo venir a recogernos por la mañana para llevarnos de guía por la zona e invitarnos a pasar la noche del domingo en su casa, para coger el ferry por la mañana. A fin de cuentas Shaun vivía a unos 12 metros del muelle donde salía el ferry a Mlibizi.

Borrachos como perras nos fuimos a dormir preguntándonos si aquello sería la típica promesa vacía del borracho que mañana no tiene que responder por sus palabras, o si el tipo sería tan estúpido como parecía y vendría realmente a buscarnos por la mañana. Y a las 8 de la mañana como un reloj, Shaun estaba aporreando la puerta de nuestra cabaña con una cerveza en la mano y apurándonos a salir de aquel antro.

En honor a la verdad, Shaun (Humpty) resultó ser un borracho y un descerebrado entrañable, y simpático a rabiar. Nos llevó a todos sitios, nos consiguió tarjetas SIM para añadir a la colección, nos acogió en casa de su vieja donde tenían una casa separada para visitas, nos invitó a comer, nos invitó a miles de cervezas, y nos llevó en su 4x4 a ver granjas de cocodrilos, hipopótamos, elefantes, las vistas más impresionantes de la presa y los lugares más entrañables de la pequeña y sucia pero orgullosa Kariba. Nos demostró cómo tratan los blancos aún hoy a los negros, nos dejó clarinete que no se menciona a Mugabe o a la revolución negra delante de los negros, y nos llevó por la noche de braai a la que pronto sería su casa a pie de puerto, marcándose el farol de ser un cocinero cualificado (sic) especializado en pescados, pero incapaz de hacer un fuego con madera de Marula (que no arde ni a hostias) y cocinando un pescado de lo más vulgar. De cada palabra que salía de su boca tenías la sensación que la mitad era trola, o exageración, o ambas. Pero convirtió nuestro día de parada (después del purgatorio de Lusaka) en algo de lo más entretenido. Bumpty por otro lado era mucho más cazurro, borracho, maleducado y torpe. Durante la noche de braai estampó su cabeza unas 25 veces contra un madero que hacía de travesaño a una altura algo traicionera. Y por su parte de su boca apenas salía una palabra inteligente.

El día pasó y fuimos a ver el precio del ferry. Inicialmente habíamos pensado que si era muy caro nos iríamos por tierra, y el precio nos dejó estupefactos. 105 dólares por la moto, y 160 por persona. La puta madre de Dios. Eso sí, el dueño del ferry dijo que ofrecía un 10% del billete en compensación a los agentes de viajes, y que podía ofrecerle ese 10% a Shaun y dejar en manos de Shaun cobrárnoslo o no. El caso es que 26 dólares arriba o abajo apenas cambiaba una mierda, y nos pareció que podía ser una compensación a Shaun por su dedicación y sobre todo por los millones de cervezas y comida a los que nos invitó, ya que los 50 pavos que se ganaba con eso iban a haber sido mucho menos de lo que hubiéramos gastado aquél día entero en Kariba.

Finalmente decidimos hacerlo al modo fácil, y dejarnos de ahorrar pasta. Mirando atrás lo cierto es que me arrepiento, porque las vistas del lago eran más bien corrientitas, y pagar 250 pavos por 400 kilómetros de carretera era una puta locura. Hubiera sido mucho más barato, y seguramente más placentero, haber rodado por las difíciles, sí, pero divertidas carreteras de las montañas. Lo único que mereció la pena del viaje en ferry fue dormir bajo las estrellas y bajo otra luna impresionante. Y jugar un poco más con la cámara en larga exposición.

La mañana al llegar a Mlibizi fue la más temprana que hemos hecho nunca. A las 5 y media de la mañana los tipos del ferry nos despertaron anunciándonos que llegaríamos enseguida y que teníamos el desayuno preparado. Nos levantamos y antes de las 7 estábamos tocando tierra ya subidos a la moto. Al salir del embarcadero unos tipos vestidos con apariencia oficial nos dan la bienvenida muy amablemente y nos dicen que tenemos que pagar 10 pavos más cada uno, por usar el parque natural del lago. ¡Vamos no me jodas! Pues vas y se lo pides al tipo del barco, que no nos ha dicho ni pío y que nos ha cobrado un pastón. Tras un rato largo de discusión, Mauro que estaba del mismo humor que con los tipos de la Interpol, les dijo muy poco educadamente que no ibamos a pagar y que nos íbamos a ir. El tipo nos dijo con muy poca convicción que más adelante la policía nos detendría y que emprenderían acciones legales, pero ¿qué cojones iban a hacer? ¡Ni siquiera sabían de dónde veníamos! De modo que tiramos dejándoles con cara de no tener ni idea de qué hacer con una situación como esta, y ciertamente irritados por la situación dejamos el lugar atrás tirando por una carretera de grava por variar un poco.

Las Metzeler demostraron ser suficientemente todoterreno, portándose bien en la grava y sólo haciéndonos echar de menos las Mitas en las pocas secciones donde la arena era un poco profunda. Pero a estas alturas la moto y yo somos casi uno, y he aprendido que en terrenos poco estables como grava y arena la forma de controlar la moto es (lo siento Sumi, pero ya ha llegado la hora de hacer símiles sexuales) un poco al estilo 50 sombras de Gray. La moto puede tener intenciones de ir por algún lado, pero tú tienes que imponerte autoritario y dominante. Eres mi moto, y sin mí no eres nada. Y no vas a hacer lo que tú quieras, vas a hacer lo que a mí se me ponga entre las piernas (literalmente). Y si te da medio bandazo a un lado, contestas con un violento golpe hacia el otro para devolver a tu desobediente chica al lugar donde le pertenece, bajo tu comando y obediente, llevándote sin rechistar por donde tú decidas ir. Imponerte sin dejarle un sólo centímetro de voluntad, haciendo de tu voluntad la suya, y recordándole una y otra vez que sólo es porque tú estás encima de ella.

Y así, superando terrenos pedregosos, arenosos, y todo tipo de mierda que hace apenas unas semanas me hubieran acojonado, llegamos de nuevo al asfalto que nos llevaría hasta Victoria Falls, muy poco original nombre para la ciudad a pie de las Cataratas Victoria.

Algunos listan las Victoria dentro de las 7 maravillas del mundo natural, pero yo creo que se quedan cortos. Las Victoria es una obra de arte de la Madre Naturaleza. Es la definición perfecta de la palabra inglesa "breathtaking", que te quita el aliento. La carretera se aproxima a la frontera natural entre Zambia y Zimbabwe, que también aquí viene marcada por el curso del Zambeze. En el lado Oeste, el río baja enorme, ancho en un terreno casi pantanoso, formando varias decenas de islas atestadas de cocodrilos. El agua discurre tranquila, ajena a lo que se le viene encima (o debajo, mejor dicho), y casi lenta, pero constante. Desde este lado parece que el río apenas tiene tanta agua, y que sólo parece grande por el pantanal que forma. Y apenas unos metros más alante empieza a acelerarse a un ritmo vertiginoso bajando drásticamente de nivel un par de metros, arremolinándose hasta el precipicio que aparece como salido de la nada, con más de 100 metros de altura en la parte central, y miles de litros de agua por segundo se precipitan al vacío con un estruendo impresionante, con una furia que sólo la naturaleza puede generar y domar de esta forma convirtiéndola en pura belleza, en arte inimitable. Todo el río Zambeze se precipita en una falla reventando contra el fondo y provocando una nube de agua que sube hasta superar el nivel original del río, regándolo todo a su paso.

Y cuando digo regando, me refiero a lloviendo. Como un calabobos al principio, lenta e inocentemente aumentando en intensidad hasta convertirse en lluvia torrencial, calándonos hasta los huesos en un abrir y cerrar de ojos. A mí el corazón no me cabía en la boca, ver aquél impresionante espectáculo natural hacía que se me hinchara el pecho y que las palabras se atragantaran, incapaz de articular una definición para lo que mis ojos incrédulos se afanaban en atrapar, en retener en mi mente como por miedo de que sólo fuera un sueño y fuera a olvidarlo. La respiración se me aceleraba y sólo me salía el mismo tipo de "¡¡¡ALAAAAAA!!! ¡¡¡¡¡ALAAAAAAA!!!!!" que proferíamos de pequeños al abrir la puerta del cuarto donde los reyes magos habían dejado sus regalos. Peleando a duras penas por contener las lágrimas de ilusión, me dediqué a tirar fotos sin parar, dejando que la lluvia más alucinante de toda la tierra me regara incesante, haciéndome crecer, o al menos haciendo crecer mi alma, dando sentido a tanto kilómetro a lomos de una moto, dando sentido a una vida entera al observar semejante espectáculo.

Me parece alucinante que haya gente que esté totalmente acostumbrada a esto, y que me mire como si estuviera loco cuando casi lloro al verlo. Sí, entiendo que estamos hablando de gente que trabaja en el puesto fronterizo marcado por el puente sobre el río y que ven esto a diario, pero yo soy incapaz de imaginar que para nadie esto sea algo normal y no digno de admiración.

Las cataratas se formaron hace milenios al rasgarse la tierra en una falla, que hoy recorre el río completamente alocado después de caer al vacío, y que termina en un corte perfectamente transversal al curso del río, del ancho perfecto del mismo, y dándole un camino de salida. ¿De verdad una cosa así pasa por azar? Resulta tan difícil creerlo que me parece hasta normal que haya gente que crea en Dios como creador. Para darle aún más puntos interesantes al asunto, este capricho de la naturaleza es la causa de que Botswana, al sur, sea hoy un desierto plano. Hace milenios los ríos Zambeze y Okavongo fluían hacia el interior de Botswana, formando un lago natural que hoy cubriría casí todo el país. Al formarse las Victoria, la garganta marcó un nuevo rumbo al río que terminó cruzando el continente entero hasta desembocar en Mozambique al océano Índico, y dejando al Okavongo como único afluente de aquel increíble lago-mar, condenándolo a secarse y formar las increíbles placas salinas que forman hoy el Makgadikgadi y el no menos increíble delta del Okavongo, el único río que desemboca en un desierto, llenando tras cada época de lluvias de vida el árido suelo de Botswana.

Pero eso vendrá después, cuando crucemos mañana la frontera.

1 comentario:

  1. Qué impresionante lo de las Cataratas Victoria... ¿has grabado algún vídeo?
    Tenía ganas de que hablaras de Zimbabwe, pero sobre todo de Botswana, por unos libros ambientados allí de un tal Alexander McCall Smith... casi todos los personajes de las novelas son negros, pero el autor no solo es blanquito, sino que ha pasado media vida en Escocia... así que supongo que habla sesgadamente de la sociedad de allí, quizá de una forma un poco idealizada...

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