miércoles, 15 de mayo de 2013

Día 1 - Empezamos. ¿O no?

(Si sólo estás aquí por las fotos, mejor que veas el álbum de feisbuc)

Amanece. Hace frío. Es una sensación casi nueva esto del frío, acostumbrados como estábamos hace solo dos días a dormir sudando. En un ratito vendrá Craig, el tipo del alquiler, a recogernos.

La primera sorpresa es que Craig (y casi nadie por aquí) no respeta el topicazo del áfrica sin prisas, y se planta en el "Bed and Breakfast" casi 10 minutos antes de lo acordado. El BnB de las narices resulta ser en realidad una casita familiar de verano con 2 dormitorios, 2 baños, cocina americana, salón y piscina. Ahí es nada. 325 chufos la noche cada uno (zarchufos, o lo que es lo mismo, 27 europavos). BnB my ass!

Desayunamos con Craig, su socio Steve (un tipo curiosísimo que recuerda al Gran Lebowski) y la pareja de abueletes que regenta el Lavender Cottage, charlando de todo un poco, nuestra experiencia en viajes, de donde viene cada uno, qué cojones hacen un Español y un Suizo en Shanghai... lo normal.

Después del desayuno empezamos nuestro periplo de comprar las dos o tres cosas que teníamos pendientes, como, qué se yo, chorradas del calibre de las pastillas contra la malaria, por ponerte un ejemplo. Ah, pero claro, antes tenemos que pasar por un cajero y sacar pasta y pagar a este señor. Cosa fácil, ¿verdad? Tal vez no. Nuestro día se ha perdido en sacar dinero de las tarjetas chinas, que sólo funcionan en cajeros del FNB, los cuales tienen un límite de 2.000 zarchufos por vez (y llegado el límite te escupe la tarjeta y tienes que repetir todo de nuevo) y lo que es aún más divertido, límite diario de 10.000. Necesitamos 57.000 cada uno. Y eso sólo para las motos. La primera en la frente. Una oficina de cambio nos permite usar nuestras tarjetas española y suiza, pero solo si son de crédito (la de Mauro es de débito). Y con una comisión del 6% sobre lo que saques. ¿Alguien da más?

Tras mucho trapicheo, pagar la mayoría con dólares, sacar lo posible de la visa, por fin pudimos pagar un cacho grande en la web de Craig, a pesar de que sólo admite Visa y Master Card y que a el también le clavan un 8% (pero hey, él es quien hace negocio aquí, ¿no?) En realidad nos ha ayudado un montón e incluso nos ha rebajado a la mitad el depósito por el alquiler, que es una pastaza (15.000 zarchufos, osea 1.250 eurazos).

Por fin con la pasta arreglada (y ya llegado el medio día) echamos a andar. Conseguimos las pastillas de la malaria gracias a la labia de Steve con la farmacéutica (para que nos la de sin receta) y compramos los aperos que nos faltaban, simcard incluida. Para cuando quisimos llegar al garaje de Craig ya nos habían dado las 2 de la tarde. Aún nos darían las 4 y media colocando equipajes, aprendiendo trucos, firmando papeles, etc. Sólo a esas horas conseguimos empezar a andar.

Por fin listos para la acción
Después de tanto papeleo y tanta mierda ya ni nos quedaba día para rutear ni nos quedaban energías, así que apenas hemos hecho 50 km de ruta. Eso sí, 50 bastante intensos. Para empezar, las motos son raras, son muy grandes, la postura no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados, y al menos la mía tiene pegas particulares como esa pantalla gigante que molesta mogollón para ver la carretera. Pero "pole pole", nos vamos acostumbrando.

Los paisajes de la costa del Cabo son sencillamente acojonantes. Vamos bordeando la costa y a nuestra izquierda emergen imponentes las montañas de Hottentots-Holland mientras que a nuestra derecha se abre la bahía de Gordons, con impresionantes vistas que ninguna cámara parece capaz de captar fielmente. La carretera, en perfecto estado, serpentea haciéndole el juego a las montañas y llevándonos arriba y abajo bien pegaditos al mar, tanto que puede olerse perfectamente esa esencia a marisco, a sal... Las olas rompen incesantes apenas a unos metros y casi parece que quisieran escupirnos, distraernos de la carretera. Es difícil conducir concentrado en aprender esta moto y a la vez intentar ver el paisaje que nos rodea, digno de horas de contemplación.

Pero la noche se nos echa encima, con lluvia incluida, y tenemos que parar como sea. Nos pilla en un pueblo muy pequeño llamado Betty's Bay, que parece abandonado en esta época del año. Es fácil imaginar este lugar petado de gente en verano (nuestro invierno), pero ahora todas las casas permanecen oscuras y sin señal de vida. Seguimos la indicación del GPS y terminamos... ¡¡¡encontrándonos unos pingüinos cruzando la carretera!!! ¡¿Pero qué coj...?! No hemos podido hacer fotos porque se han ido cagando hostias, pero te puedes imaginar la cara de gilipollas que se nos ha quedado cuando el primer animal llamativo que vemos en ÁFRICA es un pingüino. Hay que joderse.

Al final terminamos en otro BnB my ass que nos clava 300 zarchufos por la noche. Sudáfrica promete. Pero promete cobrarse una buena tajada.

Mañana más.


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