El día amanece gris. Con resaca. Y no tantas horas de sueño cómo me hubiera gustado.
Pero el tiempo no espera a nadie. Ya no va más. Hay que levantarse, darse la que puede ser última dicha en dos semanas y hacer acopio final de armatostes.
Recuerdo el casino de Estoril. El señor que llevaba la ruleta. Su cansada pero perenne cantinela anunciando que había llegado la hora y que no se aceptaban más apuestas.
"Nada mais"
No hay comentarios:
Publicar un comentario