martes, 15 de mayo de 2012

[1 minute post] Día 3: Beijing y la muralla son nuestros

Más de lo mismo: salir corriendo, pero está vez más temprano. Binzhou es un infierno de ciudad, descomunal, las calles parecen pistas de aterrizaje y nada parece tener sentido. Volvemos a nuestra quería autopista y seguimos a toda hostia. Bueno, a toda la que nos permite el motor de pacotilla. 110 es nuestro récord de velocidad. Pasamos Tianjin, seguimos saltando peajes, algunos se ríen al vernos hacerlo, otros lanzan patadas voladoras en la esperanza de derribar la moto y pararnos. Nadie nos sigue. La policía en la carretera nos ignora. Esto es de coña. Para coña los cartones en el arcén con dibujo de coche de policía, sirenas incluidas. ¡Hasta las matrículas cambian de uno a otro! Pero cuando va cayendo la noche dan el pego. Entrar en Bejing es una odisea, perderse súper fácil. Ciudad policial, la mitad de los que vemos son policías, el resto turistas. Vuelta de honor a Tiananmen, foto con el tito Mao a la espalda, bronca del madero de turno. Vámonos de aquí. Busca la salida, siempre hacia el norte. La ciudad no se acaba nunca, 30 km desde tito Mao y aún no hemos salido. Carretera a las montañas, por fin. Viento insoportable, ¿voy en moto o en velero? Sube el puerto hacia Badaling, las autopistas aquí son por fin legales para motos, ahora se nos hace raro parar en el peaje. Era más cómodo y rápido antes. Llegar a la muralla, es tarde y está vacía de gente, ¡tanto mejor! Sigue, deprisa otra vez, hay que llegar a Zhangjiakou, 160 km más. Viento, mucho mucho viento. Frío. Culo congelado. Llegar al fin. Helados. Cama. Dormir... Perder post largo.

Radio casco nos deleitó con sucesiones de gritos sin sentido, cánticos de ballena, el "Vamos a jugar" de Fraggle rock, y pocas chorradas más.

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