lunes, 25 de julio de 2011

Y de nuevo, Laos

Udon Thani no nos duró mucho, sólo lo justo para pasar por un taller de Yamaha y aprovechar para cambiar el kit de arrastre a la moto de Mauro. Habíamos traído uno de repuesto pero sólo uno, y en el taller no tenían repuestos para YBR, así que la flaca se tuvo que conformar con otro tensado y engrasado más, aunque eso la dejara al límite de cadena. A partir de ahora, con cuidadito y sin correr.
Y correr lo que se dice correr iba a quedar poco en cualquier caso, pues estábamos ya al lado de la frontera.


Esta vez cruzábamos por el llamado puente de la amistad entre Tailandia y Laos, que prometía ser mucho más sencillo que el ferry del Mekong en Huay Xai. Y por lo menos lo fue en el lado Thai. Un par de estampitas en el pasaporte y listo, éramos libres de pasar al otro lado. Tailandia, por fin, se acababa. No me lo podía creer. Tenía tantas tantas ganas de que se terminara... Las rectas infinita habían terminado con mi paciencia... Hacerse 3000km a 85km/h y con el acelerador TODO el rato a tope le agota la paciencia a cualquiera.


Cruzar el ridículo puente daba de.nuevo una sensación de victoria agradable. Lo de ridículo es porque contra lo que esperaba es un puentucho super pequeño (no de largo, obviamente) en el que la vía del tren a Vietiane atraviesa sobre la línea de separación de carriles. En cualquier caso aún nos quedaba el otro lado: la vuelta a la pachorra Laosiana del "me he ido a comer, vuelvo en 20 minutos" en la ventanilla de visa on arrival. O del "ahora cuando todos tengáis el visado ya si eso venid juntos a lo de aduanas de las motos, que así trabajo menos". En total otras 3 horas perdidas.


Pretendíamos llegar a Luang parabang, en el centro del país (o de la zona norte) y justo a medio camino a China, pero entre el retraso Aduanero y la lluvia iba a ser imposible. Así que nos aliamos con un francés que viajaba con su novia italiana (y que tuvo que hacer los papeles con nosotros para que el funcionario de turno trabajara menos) y decidimos que llegar a Vang Vieng era mucho más realista.


Los pobres tipos viajan en una CNN de 750 del año del fuego pero que obviamente corre mucho más que nuestras pobres y famélicas YBR, pero en cualquier caso la lluvia no les iba a dejar usar tanto caballo. Evitamos la capital y tiramos hacia el norte dejando por suerte la tormenta atrás. En todo lo que llevamos de camino, y van 8.000 km, aún no nos habíamos encontrado otros moteros, así que era agradable viajar en más compañía por un rato al menos.


Vincent y Elena llevan 6 meses viajando y aún les quedan otros 11 por delante. Ventajas de currar en Australia como perros durante un par de años, que te da para ahorrar a saco. También disfrutan de la ventaja del pack compilota, que permite ir sacando fotos mientras conduces. Así que intentando parar lo menos posible fui sacando fotos a tutiplén desde la moto.


Después de tanto tiempo de rectas autopisteras era agradable volver a curvear por las carreteras de Laos. Si bien aquí se nota la diferencia de la carretera del norte construida por los chinos para crear un pasillo a Tailandia comparada con el asfalto de Gruyere que tienen las carreteras en la capital. Parece mentira que esta sea la única carretera que une la capital actual con la antigua, pero ahora entiendo por qué los autobuses tardan 9 horas en recorrer los apenas 400 km que las separan.


Las montañas y los campos de Laos me volvieron a regalar todo su esplendor en cuando dejamos la capital y sus tormentas atrás. Poco a poco subíamos entre montañas hacia la zona alta del país, prima pequeña de la inconmensurable Yunnan, pero con formas mágicas que recordaban más a las de Guilin.


Paramos a comer la deliciosa especialidad local: Larb. Carne picada y marinada con especias, cebolleta y hojas verdes de origen poco claro incluyendo cantidades ingentes de menta, acompañado de un arroz mucho más duro y pegajoso que el normal... Una auténtica delicia incluso a pesar de lo picante que pueda resultar. Como aún nos quedaban millas por delante decidimos que la Beerlao tendría que esperar a la noche.


En el camino hasta Vang Vieng pasé un rato largo tirando fotos sobre la marcha, hasta que decidí que ya era suficiente de cámara y me dediqué a mí mismo y a las maravillosas curvas entre paisajes de ensueño. No sé qué es lo que tiene Laos, pero sus verdes, su cielo azul, y sus miles de gentes gritando "Sabai dee!" mientras te saludan con la mano al pasar, me cautivan. Si alguna vez vienes de visita por aquí, ya sé a dónde llevarte de turismo.


Llegamos a Vang Vieng al caer la noche y tras encontrar alojamiento nos fuimos derechitos y sin pasar por la casilla de salida a por unas Beerlaos que se caga la perra. Al final, como era de esperar, tajados como ídems tratando de averiguar qué leches era un trozo de asfalto empedrado del tamaño de dos autopistas que transcurría paralelo a la carretera.


A la mañana siguiente descubrimos que se trata (en mi opinión) de una pista de aterrizaje. De lo más parecido que hay un aeropuerto por estos lares. Desayuno-comida con los niños y más tarde que pronto volvíamos, hoy bajo un sol de justicia, a la cartera, solos esta vez, dejando que nuestros morenos amigos sigan a su ritmo de "no tengo fechas", y pensando si sería posible llegar a la frontera de China, 400 km más allá, antes de caer la noche.


Te recomiendo que eches un ojo a la etapa en el Everytrail, para que entiendas lo que significa "camino revirado". Avanzar 1 km en el mapa en línea recta supone en ocasiones más de 4. Lo que esta a menos de 100 al medir el plano se va a 240. Y eso según la señal que leas, porque a veces pasas por una que dice "Luang Parabang, 145 km". Y 20 después otra dice 158 km. ¿Cómo? Oh sí, creo que ya te he contado que en Laos todo te lo tienes que tomar con calma, ¿no?


Poco a poco, disfrutando del sol y los paisajes, llegamos a nuestro destino del día anterior cuando caía la noche. Pero en el camino he descubierto la mejor de todas las carreteras de montaña del mundo. Probablemente no apta para culos sensibles o motos señoronas y pijas de 600 cc, pero una auténtica pasada para monturas como la nuestra. Apenas sin tráfico pero llena de agujeros, nos llevó serpenteando entre impresionantes montañas escaladas por nubes que vienen de trekking por el país empujadas desde el índico, hoy respetándonos sin descargar sobre nuestras cabezas, por primera vez desde que salimos de las islas. No puedo explicaros tanta belleza, tan simple, tan agradable. Espero que las fotos os den una idea, pero como siempre se quedan tan cortas que sólo puedo invitarte a venir otra vez conmigo compartiendo ruta.


Cuanto más lo pienso, mejor me parece la idea de venirme aquí, montar un negociete nada pretencioso y vivir en el país más relajado y agradable que he visitado nunca.


Adoro Laos. No dudes en venir.



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