Ayer el día nos saludó lloviendo a mares, y así se pasó toda la puñetera mañana. Tormentitas a nosotros, con nuestros trajes de buzo motorista... Eso pensábamos cuando salíamos de Thoeng bajo el monzón.
Nuestra ruta nos llevaba exactamente por donde la tormenta más arreciaba. No importa porque la carretera es magnífica y porque venimos preparados, pero aún y con esas la lluvia del monzón a 80km/h duele por todo el cuerpo. Es como si te tirasen piedrecitas constantemente.
La ventaja de Tailandia es que las carreteras son increíbles. Incluso la comarcal más asquerosa está en perfecto estado. Y eso bajo la lluvia torrencial que nos machacaba es de agradecer. No puedo ni imaginar esa lluvia en Yunnan por aquellas patatocarreteras...
El día pasó sin más, salimos poco a poco de las nubes cabronas sólo para meternos en otras. Al final llegamos a Tak sin más pena que gloria y nos fuimos al único hotel de la ciudad. No te imaginas lo difícil que resulta encontrar hoteles en este país.
Tak esta en fiestas, así que nos fuimos a ver el cutregrupo que tocaba como en cualquier feria de.pueblo: horrible o peor aún. La cerveza acompañaba en calidad, pero era barata y hacía calorcete, con lo que iba cayendo tan deprisa como la lluvia a lo largo del día. La conversación se hacía más amena y había que contrarrestar el efecto de tanto café y redbull, de modo que cuando la verbena cerró por.intempestividad horaria (uh, las 12) nos volvimos a la terraza del hotel donde nos seguían dando Chang, la.cerveza nacional (incluso más famosa que la Tiger).
Si algo tiene la cerveza tailandesa es resacón asegurado. Donde esté la Beerlao, cagontó... Esta mañana no podíamos con nuestros cuerpitos serranos. Subirse a la moto no parecía nada buena idea pronto por la mañana, y tuvimos que ir a la terraza del hotel de nuevo esta vez a tomar cafés y comer algo mientras intentábamos encontrar de.nuevo nuestro sentido del equilibrio, sin duda perdido en algún lugar de esa terraza la noche anterior. Sólo nos han movido de ahí cuando nos han amenazado con cobrarnos otro día de estancia. Acabáramos, va a haber que irse... ¿Hora? Las 12 y media.
Montar las cosas cada mañana en las motos se está convirtiendo en una rutina coñazo. Hay que cargar con las alforjas llenas de ropa y colocarlas con las fundas de lluvia, asegurarlas con una correa y un par de pulpos, después volver a la habitación a por el resto de cosas (las importantes) y bajar de nuevo, esta vez con la bolsa cubre-depósito, la mochila, la chaqueta, el casco... Asegurar todo, poner más fundas de lluvia, ponerse la chaqueta que a estas alturas emana un tufo horrible mezcla de gomas quemadas de coches, humos fe gasoil, sudor, lluvia... No olvidarse de calzar el traje de astraco para la lluvia, también concido por su efecto de sauna unipersonal, acordarse de quitar el cepo del disco, poner los últimos enganches de las mallas que sujetan.todo, encender el motor y dejar que se caliente un poco, todo esto envuelto en plásticos desde hace.un rato y a 38 grados y 70% de humedad.
A estas alturas ya estoy sudando tanto que el traje de lluvia me la pela porque toda la ropa va calada por dentro.
Tarde, sudado, deseando tirar todo el equipaje en la próxima parada, y con resaca. Así salimos a la carretera.
Y entonces, como cada mañana, el milagro motero sucede de nuevo, el aire empieza a golpear tu cara y la sensación de calor se va con la brisa. Los mil kilos de equipaje y equipación se vuelven ligeros como el aire que te mece y la Flaca empieza a rugir contenta como un perro que sacas a pasear, dispuesta a hacerte disfrutar del día sea lo que sea que te espere en la carretera. El asfalto te lleva de paseo por el mundo y los coches bailan a tu alrededor en un vals acompasado y divertido. El mundo empieza a pasar a tu alrededor y te dice al oído lo asombroso que es y la suerte que tienes de estar recorriéndolo.
Y empiezo a sonreír de nuevo.
El día se torna de buen humor y decide darnos un respiro con la lluvia, así que los kilómetros pasan tan deprisa como los pueblos que atravesamos. No paramos casi ni para mear, y las montañas han quedado ya atrás: estamos en la llanura central de Tailandia, un lugar que probablemente inspiró las teorías de que el mundo es plano. En cualquier dirección, hasta donde la vista alcanza, todo es absolutamente plano. El cielo sin embargo sigue tan alto que resulta inalcanzable e inacabable. Las nubes parecen haberse quedado a la altura de las montañas de Yunnan, y la combinación de ambas cosas crea una sensación de que el mundo es infinito. Y plano.
Cruzamos miles de pueblos que, según nos vamos acercando más hacia Bangkok, se tornan en ciudades, cada vez más llenas de gente y de coches.
Tailandia es un sitio espectacular y muy particular, pues apenas tiene industria, y el aire es infinitamente puro. Vayas por donde vayas captas tantos olores y tan distantes que apenas puedes creer que suceda en una moto en la carretera. Cruzar un pueblo se convierte en una mezcla de olores que te permite saber, 200 metros antes de llegar a él, que alguien tiene una parrilla a pie de carretera. O que este pueblo está lleno de piñas, o plátanos. O que a la entrada del pueblo alguien anda quemando matojos. O que el camión que aún no ves delante de tí tiene problemas con los frenos. Vayas donde vayas todo es un constante crisol olfativo.
Si me preguntas qué es lo más común de ver en este país, la respuesta es 3 cosas, y por este orden: perros, camionetas de tipo pick-up, y fotos del rey. En cada cruce de carreteras, en cada entrada y salida de un pueblo, en cada atracción turística, escuela, hospital, gasolinera, parque de bomberos o sencillamente farolas. Todo está repleto de fotos del rey. En poses relativas al lugar, y adornado con todo lujo de dorados, venerado más que el Papa, el rey es aquí omnipresente. Puedes verlo de traje militar con cara de pipiolo veinteañero o como un venerable anciano cubierto por togas doradas sacando fotos en centros turísticos. Pero siempre allí. Es el Gran Hermano del país, y te vigila en cada esquina. Resulta difícil saber si la gente realmente le aprecia o si alguna absurda ley impone su presencia por doquier, pero sea como fuere hay que admitir que el país en general tiene mucha mejor pinta y organización que cualquiera de sus primos fronterizos. Tailandia es, a fin de cuentas, un país moderno que funciona.
Y que huele bien.
Una pick-up me adelanta muy poco más deprisa que yo, y en el asiento de atrás van 4 o 5 niños que me empiezan a poner caretos. Les miro, me río y empiezo a hacer bobadas. Me saludan y les saludo de vuelta, y les pongo caras de velocidad terminal mientras acelero para adelantar a la furgoneta a un ridículo ritmo de 100 a 102 km/h. Ellos se descojonan e increpan a papá para que me demuestre que su coche corre más. Pongo caras de "¡oh no!" cuando papá empieza a acelerar y saco los pies de las estriberas haciendo como que corro por la carretera mientras me pasan. Se descojonan. Me descojono. Les hago adiós adiós con la manita y me aplauden mientras se alejan.
Mi sonrisa no cabe en el casco. Me parto el culo, como me molan los enanos. Pienso "¿Me estaré haciendo viejo?" Bah, qué coño, una mierda. Lo que pasa es que me lo paso teta haciendo el tonto. Hacer tonterías convierte la vida en algo súper divertido, pero la mayoría de los adultos nos hemos olvidado de eso, y sólo los niños me siguen las gilipolleces. Me río más y empiezo a gritarle a las nubes que amenazan con monzonearnos un poco más: "¡Tormenta-montaña, sol-carretera!". Lo convierto en una cantinela con voz ridícula. Me río aún más.
Sumido en estos pensamientos la noche se nos echa encima, y buscamos un hotel en la primera ciudad que encontramos, a sólo 100 km del Bangkok que evitamos a propósito.
Me río.
Qué bonito es el mundo lleno de estupideces.
Un relato de la jornada soberbio, se diría que he estado contigo rodando por esas carreteras.... Esta mañana Pili y yo nos vamos a dar un garbeo con mi Perséfone, de alguna manera me iré acordando de ti tratando de enlazar tus sensaciones a las mías mientras ruedo por esas carreteras manchegas. No tiene comparación, pero siempre, una carretera es una carretera ¿que mas da el destino?....... :)
ResponderEliminar:) Coincido plenamente en lo de los niños y las tonterías. Bueno, y en lo demás... aunque no conduzca también me pone de muy buen humor ir en moto. Bonito relato, mercis!
ResponderEliminar¿MAESTRO?,...¡SI!: ¡MAESTRO!!!!
ResponderEliminar"V"ara"v"illosas sensaciones relatadas desde tu interior.
Y el renacer diario de tus sonrisas "v"erificando el que no te equi"v"ocaste
al a"v"enturarte en esta a"v"entura..
Muestras tus desequili"v"rios,...y tu "v"usqueda de el,...y "v"uscandolo;
lo consigues día si y día tam"v"ien!.
¡equilicuá!
;)
Oye, seguimos aquí, a tu espalda.
ResponderEliminarHoy estabas inspirado eh!!
ResponderEliminar