jueves, 7 de julio de 2011

Offroad y off the road: ¡No es lo mismo!

La etapa de hoy ha sido más bien cortita. No ha sido intencionado, más bien por accidente (ja ja).


Salimos tarde, muy tarde de Mashan y enfilamos preciosas carreteras de montaña. Seguimos en la misma tónica de ayer, sólo que aún con más agua. No, no me refiero a la lluvia, hablo de los millones de ríos y embalses que salpican este país.


Si alguien alguna vez os pregunta de qué color es China, no os dejéis engañar ni por el rojo de la bandera ni por el gris de las ciudades. Salvando ese pequeño (comparativamente hablando) porcentaje de ciudades-hormigón y fábricas, China es VERDE. Inconmensurablemente verde. Verde que salpica cada uno y todos los rincones que hemos cruzado. Verde de los arrozales, de los bosques de todo tipo, de la incansable maleza que enriquece cada montaña. Verde y azul de cada río y embalse que riegan tanta verdura. En este país no existen los bosques arrasados por incendios. Me pregunto por que en España es esa la norma, y no como aquí.


Tan ensimismados íbamos en nuestra ruta mañanera por fantásticas carreteras sin tráfico repletas de curvas en esas montañas de cuento de hadas que no nos dimos cuenta de que nos equivocábamos de camino en nuestra ruta a Bama. Cuando paramos y comprobamos el googlemaps nos dimos cuenta de que nos habíamos metido por la carretera que papi gúguel desaconsejaba. Pero tantos km que pensamos "Bah. Ya da igual. Total, esta también llega a Bama, sólo más despacio". Y ciertamente pasamos por algunos de los sitios más bonitos de nuestra ruta hoy por hoy:


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Todo muy bonito, todo muy idílico, vale... Hasta llegar a aquella presa. Al cruzarla el camino (que ya no era carretera) se convertía en un pedregal insufrible. Con la chaqueta, un sol de justicia y 50km por delante la cosa pintaba fea. Parecía que no habíamos aprendido la lección del gúguel ayer. Y tanto. Tanto que en un momento dado nos saltamos un desvío y tiramos por pedregales aún más difíciles. 6 km antes darnos cuenta. Y vuelta, claro.


Cuando haces offroad te das cuenta de lo tremendamente duro y exigente que es. Podría decirlo de la siguiente manera: en carretera conduces una moto que te lleva a sitios. En gravilla, o cualquier offroad en general, tienes una moto que se va para todos lados a la que tienes que meter en la pista. Todo el rato. No puedes permitirte el lujo de descansar, o relajar la atención, o parpadear. Abrir la visera para secarte el sudor que te cae por el ojo puede significar una caída. Es, en suma, una lucha. Constante.


No puedo sacar muchas fotos en esas circunstancias. Todo es polvo, especialmente si otro va delante tuyo. Las manos te duelen de la vibración, el cerebro se te convierte en un batido (shake, shake, shake, señora) y todos y cada uno de tus músculos duelen. Los que hacen el dakar en coche son unos mariquitas: los de las motos, ¡esos son los que merecen todo mi respeto!


Al volver a la carretera normal no cabíamos en nustras chaquetas de gozo... Es cansado, pero a la vez tremendamente divertido. Te saltan piedras en las espinillas, sí. Te duele hasta el hipocondrio, también. Pero eres un conquistador. Has domado la montaña que no tiene carreteras. Es tuya, para siempre, no importa quién viva allí o quién mande sobre ella: pasar una montaña por este tipo de carreteras es conquistarla. Y no tiene precio.


Enfilamos la carretera de suave asfalto donde todo se mueve como entre algodones y cruzamos Bama. Destino: Baise, cerca de la frontera con Yunnan. Si tenemos suerte podríamos hasta entrar hoy en Yunnan.


Pero la suerte, ya lo habéis leído, se torció. Primero de la rueda trasera, después de la otra... off the road.


Disfruta del viaje.

1 comentario:

  1. Animo! que ha sido una caidita de nada..y a seguir disfrutando de toda esa maravilla! ;)

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